El Corral de Vecinos Andaluz tiene su origen en los adarves árabes –callejones ciegos con una sola entrada– y más propiamente en el curralaz mozárabe –corral sobre el que se abrían las puertas de las viviendas–. Se tienen noticias históricas de su existencia desde el siglo XIV, y con mayor precisión en el siglo XVI. Fue en esta época cuando experimentaron un gran desarrollo, especialmente en Sevilla, por ser puerto exclusivo de entrada y salida para las Indias. Es el modelo arquitectónico surgido en esta época el que se ha conservado hasta nuestros días y el que tanto ha contribuido a caracterizar la vida y el urbanismo de Sevilla y otras ciudades andaluzas.
El corral de vecinos andaluz y, especialmente el sevillano tal como nos lo describió Luis Montoto y Rautenstrauch en 1882 era un «patio, más o menos amplio, en cuyo centro se alza una fuente o se hunde un pozo: fuente o pozo que están al servicio de los vecinos, los cuales utilizan sus aguas para todos los usos de la vida, siempre y cuando lo permiten las cañerías y las lluvias; cuatro corredores que circunscriben el cuadrado del patio, y en ellos tantas puertas como habitaciones –“salas”– componen la planta baja, amén de un pequeño rincón destinado a depósito de inmundicias y de un patio mucho más pequeño –patinillo– dedicado a lavaderos, cuando estos no están en el mismo patio. La parte alta del edificio corresponde exactamente a la baja. Cada vecino, o lo que es lo mismo, cada familia, habita una sala. Sala hay que está dividida en dos compartimentos, sin perder por esto su denominación».
Estos corrales o patios de vecinos antes de ser viviendas comunales fueron conventos, casas señoriales, palacios y alhóndigas, cuya arquitectura fue aprovechada y readaptada para el alojamiento de familias. Otros, los que podemos considerar propiamente corrales de vecinos, son el resultado de una planificación y obedecen a un modelo arquitectónico con unas características comunes y con variantes de adaptación al tamaño y forma del solar donde fueron construidos.
Los habitantes de los corrales de vecinos han simbolizado durante mucho tiempo al pueblo llano de las ciudades, –al proletariado urbano–; allí vivían albañiles, herreros, carpinteros, tejedores, blanqueadores, carreros, lavanderas, planchadoras, costureras, criadas, zapateros, –muchos de los cuales tenían su banco en el propio corral y vivían de la clientela del mismo– y un sinfín de oficios. Quizás por esto, por representar cualitativa y cuantitativamente al pueblo sevillano, L. Montoto al escribir sobre las «Costumbres populares de Sevilla» a finales del siglo XIX, lo hace en torno a la vida, las relaciones sociales, los oficios, las fiestas, las creencias y los hábitos de los habitantes de corrales de vecinos. Por más que este conjunto de artículos, aparecidos primeramente en la revista de El Folk-Lore andaluz, fueron publicados bajo el título genérico de «Los corrales de vecinos».
La vida en el corral giraba en torno al patio, centro geográfico y neurálgico del grupo humano que allí se albergaba. Allí se encontraba satisfacción a las necesidades de albergue al tiempo que una respuesta a las necesidades sociales y de relación. El corral festejaba el bautismo de un hijo, asistía a una pelea entre madres por causa de sus hijos, criticaba o reprendía al borracho, pendenciero o inoportuno, se divertía conjuntamente en la celebración de la Cruz de Mayo, en un Domingo de Piñata, en la fiesta patronal, y finalmente asistía a la mortaja, velatorio y entierro de algún vecino.
De entre todos los vecinos del corral, la casera era sin duda la figura más notable. Ocupaba con su familia una de las salas próximas a la puerta, controlando su apertura y cierre, cuando el corral tenía puerta; era representante del dueño cuyos intereses defendía, cobraba los alquileres –diarios, semanales o mensuales– e incluso ponía los muebles en la calle a los morosos incorregibles. Era al mismno tiempo, la primera instancia en los conflictos surgidos entre vecinos por no cumplir las obligaciones que por turno habían de realizar, tales como limpiar la puerta de la calle, aviar las luces, sacar agua del pozo para el lavadero o para los servicios higiénicos. También intervenía en las diferencias entre vecinos y en general era respetada dado su poder para admitir y despedir a los inquilinos del corral.
El corral de vecinos parece ser una forma de vivienda multifamiliar característica de Andalucía, aunque existen formas similares en otras partes del mundo. En la región andaluza se localizan corrales en Sevilla, Córdoba, Granada, Huelva, Cádiz, Punta Umbría, Arcos de la Frontera, San Fernando, Algeciras, Conil, Olivares, y, probablemente, en otros muchos lugares desconocidos para nosotros. De todos los muchos mencionados, Sevilla ocupa el primer puesto en cuanto al número, diversidad y persistencia. En la Guía de Sevilla de 1862 de Gómez Zarzuela se citan cerca de doscientos, y Morales Padrón y colaboradores en 1974 todavía alcanzaron a estudiar ochenta y uno, de los expresamente construidos para corrales, aunque muchos estaban ya en franco proceso de deterioro y consecuente demolición. En Sevilla, es Triana el barrio con mayor densidad concentrados en la calle Pagés del Corro, aunque el más famoso y uno de los más grandes –eran ciento trece viviendas en este siglo– es el Corral del Conde en la calle Santiago.
Los corrales de vecinos, nacidos como respuesta económica y cultural a una epidémica falta de viviendas en las ciudades y pueblos andaluces, están en trance de extinción, debido al aumento del valor del suelo urbano, como consecuencia de su desaforada especulación, y al deseo de mejorar las condiciones de habitabilidad de las viviendas. Esto no quiere decir que el modelo cultural se haya agotado. y buena prueba de ello son las «colectivas» de la Ciudad Jardín, o los patios del barrio de la Candelaria, ambos en Sevilla, que conjugan la confortabilidad de la vivienda con la comunidad de vida; sin embargo, los intereses económicos y el uniformismo constructivo parecen haber decretado su muerte.
Fuente: “Gran Enciclopedia de Andalucía”. Promociones Culturales Andaluzas.